Soy adicto a esa salecita de mar que se escoce
con tu sudor
A la canela picante de tus caderas
Soy adicto a tus orejas
A nuestros días extraños...
Soy adicto a la cascadita de tus pechos.
A los maizales de tu vientre
Las cataratas de tus muslos
A las lagunas de tu entrepierna
Los temblores de tu pasión.
En tus hombros un caracol
El descenso de tu espalda
El desliz de tus nalgas
Un sismo tus gemidos
La brisa de tu perineo
Las minas en los poros de tu piel
Los riscos en los vellos de tu miel
Soy adicto de tus brazos
Al timbre de tu voz
A la mera comisura de tus labios
Del sabor de tus piernas
Del aroma de tus cabellos
A lo húmedo de tu lengua
A tus besos que saben a fresa tierna
Al tono de tus sonidos
Soy adicto al universo de tus ojos
A tu ser o parecer
A lo que dices cuando callas
A lo que gritas cuando sonríes
A las huellas de tus pies
A tu basura
A las decisiones tuyas
Soy adicto a tus imperfecciones
A tus frías emociones
A tu primera mirada al despertar
De tu puchero cuando lloras
Al bostezo de tu sueño cuando te acabas
A tu flojera para maquillarte
A tu locura sencilla
A la desfigura de tu rodilla
Soy adicto a tus rastros de azufre
Al lunar escondido en tu palma derecha
A tus labios delgados
Tu boca pequeña
Tus explicaciones cortas…
A esa carnita de tu labio inferior
A la cosquilla que me pica la lengua al navegar
en tus orillas
A los abismos de bruma electrizante de tu
interior
Soy adicto, a ese lunar que tienes… en la mejilla…